El mes pasado, periodistas de la revista “Sudestada”
visitaron la institución y recorrieron algunos de nuestros dispositivos, dejamos algunos
conceptos que dejaron en la edición Nº 113 del mes de octubre. Y un link al
comienzo de la nota en versión digital
El desborde de la locura
...Llegamos a Torres en el día menos propicio. La lluvia no era
incesante pero en ningún momento acabaría de partir, y los charcos en los
caminos de tierra se asemejaban más y más a una pequeña inundación. En eso, y
alrededor de las diez de la mañana, buscábamos la colonia Montes de Oca...
…La charla con Jorge Rossetto, actual director de Montes de
Oca, giraría en torno a la idea de que hay dos modelos opuestos de tratamiento
de la locura: uno asilar, de encierro, que reinó por mucho tiempo y poco a poco
se desmorona, y otro de base inclusiva, que viene a favorecer a los pacientes y
brega por la reinserción social. Adelanta que 150 personas alojadas en un solo pabellón
de ningún modo pueden tener una vida digna: “Distinto es pensar en un grupo de
cuatro o cinco compañeros que viven en una casa donde hacen actividades de
rehabilitación, y que cuentan con diversos apoyos y acompañamientos”…
… Lo cierto es que ese modelo asilar, cruel, agoniza, por lo
menos en Montes de Oca. Tuvimos el agrado de conversar con pacientes que gozan
de sus externaciones y que llevan una vida plena, reinsertos en la comunidad.
Sus vecinos los reconocen, saben de donde vienen. No es problema.
… Cuando llegamos a una de las casas autogestionadas, en
Luján, dos de los muchachos acababan de volver de la colonia. Fueron a buscar
provisiones de alimentos que les servirán para unas cuantas semanas. La yerba
se volcó en el piso pero no parece tan importante. Ellos están felices. Sonríen
más seguido que mucha gente, y nos reciben gustosos. En algún momento los
felicitamos, por lo linda que tienen la casa, y antes de irnos uno de ellos nos
agradeció ese gesto. Hay amor en esas personas. Nos contaron que se llevan muy
bien entre ellos; tienen una tele grande donde ven los partidos, cada fin de
semana, y se turnan para las tareas del hogar. La perrita, con colores de vaca,
salta como si estuviese en una cama elástica. Iosi Havilio arriesgaba el concepto
de que locos y no locos puedan confundirse o, mejor aún, de que no haya un
prototipo de locura y que, en última instancia, todos lo seamos. Es que, ¿qué caso
tiene creer que una persona que es cordial y amable está más loca que tantos
otros, ahogados de ira y resentimiento? Suena trasnochado.
Por desgracia, el modelo de encierro persiste en el ideario
de un sector de la sociedad, que anhela un destino de tumba para las personas discapacitadas.
Que sea paraíso, en todo caso, pero que los contenga; y estas colonias vinieron
a serlo: Domingo Cabred, psiquiatra adelantado en su tiempo, planeó paraísos de
puertas abiertas. Una idea descabellada, un baúl donde caben tantos santos como
demonios. ‘No confundir libertad con abandono’, había dicho Rossetto. Marcelo Parrilli,
por su parte, fue testigo del tiempo cuando pacientes y enfermeros estuvieron
cruzados, unos y otros, por el trastorno y la dejadez. Tremenda igualdad que no
merece sino desprecio. Las instituciones existen para ser ejemplares y
perseguir un sólo propósito, asociado a la bondad y a la verdadera vocación.
Ningún paciente está muerto mientras su corazón sangre. Ninguna desgracia es
final. En todo caso, y más allá de los límites de un hospital psiquiátrico,
todos estamos locos en tanto todos estamos vivos.
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